Páginas vistas en el último mes

miércoles, 22 de agosto de 2012

(En realidad) un sueño


Andar tan tarde y sola por la calle me hace pensar en la oscuridad. Me detengo en una esquina. La gente pasa sin pensar, sin saber en lo que yo estoy pensando, sin saber que les deseo la muerte. Sin saber que tengo un cuchillo y estoy a punto de matar a alguno de ellos. Sin saber que estoy ahí.

Lo podría hacer porque estoy soñando y el sueño me pertenece.

En la dimensión de lo real no podría hacerlo. Una cobardía disfrazada de respeto y amor a la humanidad que me repugna me detiene. Me voy a vomitar. Me veo en el espejo y no me reconozco más. Los rostros de mil efigies se dibujaron, transformaron y volvieron a deformar el rostro que antes me perteneció.

Ahora como un sándwich de pavo. Me pregunto si sigo soñando. Yo no como animales, pero me como un sándwich de pavo y lo disfruto. Lo disfruto muchísimo, esto parece un sueño, pero puedo sentir el sabor, la textura, el tamaño, lo blando del pan, lo salado. Esto parece un sueño todavía. Me dirijo a tomar el tren, un tren que no existe en esta ciudad sino en la ciudad a la que fui cuando volvimos a ser uno pero lejos del otro. Porque nos llevamos mejor cuando estamos lejos.

Ya no sueño más. El sueño que tuve me terminó por despertar. Me levanto y lavo la cara para sentir el agua sobre el rostro como se siente cuando uno está despierto.

Cual autómata, salgo del baño a realizar una única acción, sin siquiera cuestionármela.

Busco la página de aquel hombre que me rompió el corazón un tiempo atrás. Aquel que no merece mi recuerdo, pero recuerdo. Y lo sueño, de la nada, como una frase que diría inconscientemente, con información secreta e importante, pero la diría sin poder callarla, y es que sí dije algo (¿entre sueños?), ni recuerdo lo que dije pero lo dije y me delaté sola. Metí la pata y mi subconsciente me hace soñar con él. Despierto y su nombre da vueltas sobre mí por varios días.

Busco la página como si no quisiera hacerlo. Pero quiero y lo hago… aquel sueño no tenia ni pies ni cabeza.

Ha venido. Esta aquí. Salgo a la calle, decido, mejor no, podría estar en cualquier parte. Pero no ha venido a buscarme. Sigue buscándose a sí mismo, sin poder escapar de él mismo. Siento pena por él, tal vez una pena injustificada y adrede, adrede para no sentir otra cosa por él, para que así sea más fácil olvidarlo, e irme a soñar con otras cosas, tal vez algo productivo, tal vez con algo que hará crecer el amor que siento por quien en verdad lo merece. Me tomo un café y lo olvido todo, y voy a dormir como si no hubiera tomado café alguno, con la luz encendida, como si no estuviera encendida, y con el dolor en el corazón, como si no tuviera heridas.